¿Están los partidos políticos realmente capacitados en Ciencia Política? Una mirada politológica a su desempeño en el Perú
¿En qué momento dejamos de pensar la política para solo practicarla? Esa podría ser la pregunta que resume el drama silencioso de nuestro tiempo. En el Perú, donde los partidos se fundan y desaparecen como olas en la orilla, la reflexión política ha sido reemplazada por la urgencia del titular, la consigna o el cálculo electoral. Pero la ciencia política, esa disciplina que busca entender el poder con método y sentido, parece estar ausente del quehacer cotidiano de quienes la ejercen.
Uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, Giovanni Sartori, advertía que sin teoría, los partidos se vacían de función y se convierten en meras maquinarias electorales. Para él, la política debía sostenerse en un pensamiento sistemático, donde las instituciones sean vehículos de racionalidad colectiva y no solo instrumentos de conquista del poder. Desde otra orilla, Norberto Bobbio coincidía al afirmar que la política sin reflexión moral ni ideológica es una práctica sin brújula, incapaz de orientar a la sociedad hacia un proyecto común.
Ambos autores, aunque desde perspectivas distintas, hablan sobre un mismo mal contemporáneo: la pérdida del pensamiento en la política. Y cuando observamos la realidad peruana, su diagnóstico cobra un eco inquietante. Nuestros partidos no parecen espacios de formación ni deliberación; más bien, se asemejan a plataformas improvisadas donde la ideología se diluye en la estrategia. Desde la mirada sartoriana, esto refleja una crisis de institucionalidad partidaria, donde la organización deja de cumplir su rol mediador entre Estado y ciudadanía. A la luz de Bobbio, esta crisis adquiere una dimensión ética: el vaciamiento ideológico de la política peruana. Cuando las agrupaciones políticas dejan de pensar en términos de justicia, libertad o igualdad, lo que queda es la pura táctica. Así, los partidos dejan de formar ciudadanos y se limitan a movilizarlos. Y una democracia sin formación política se convierte, lentamente, en un ritual sin contenido.
Si pudieran observar el Perú actual, quizás coincidirían en que el problema no radica solo en las reglas, sino en la falta de cultura política estructurada. La Ciencia Política, reducida muchas veces al análisis académico, debería ser parte esencial de la práctica partidaria. Un partido que desconoce los fundamentos del poder, la representación o la legitimidad se vuelve un actor sin conciencia de sí mismo.
Una extrapolación hacia el futuro
Imaginemos, por un momento, que los partidos políticos peruanos asumieran su rol con verdadera vocación formativa. Que la Ciencia Política no fuera un lujo universitario, sino una práctica cotidiana dentro de sus filas. Si Sartori nos enseñó a pensar la política como estructura racional, y Bobbio nos recordó su dimensión moral, el futuro podría edificarse en la convergencia de ambas miradas: una política que piensa y siente al mismo tiempo.
Solo entonces los partidos dejarían de ser instrumentos y volverían a ser instituciones; dejarían de administrar el poder y volverían a construir sentido. Y quizás, en esa transformación, el ciudadano peruano redescubriría el valor de la política no como espectáculo, sino como la más humana de las ciencias: aquella que busca comprendernos para gobernarnos mejor.
REDACCIÓN: HEBERSON QUISPE

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