Cuando el poder se queda sin sostén: la vacancia de Dina Boluarte y el fin de una coalición improbable

FUENTE: RPP MENSAJE A LA NACIÓN

No fue una sorpresa, pero sí un desenlace cargado de simbolismo político. La vacancia de Dina Boluarte marca el punto final de un gobierno sostenido más por equilibrios precarios que por convicciones comunes. Tras casi tres años de gestión, múltiples mociones de vacancia y una secuencia de crisis acumuladas, la coalición parlamentaria que la mantenía en el poder terminó por fracturarse. El hecho que aceleró el desenlace fue la balacera durante un concierto de Agua Marina, un episodio que se convirtió en la metáfora perfecta de un Estado desbordado por la inseguridad. Lo que cayó no fue solo un gobierno, sino una forma de administrar la política basada en la contingencia y el cálculo inmediato.

Desde enero de 2023, la presidenta enfrentó una serie de mociones de vacancia impulsadas por diversos grupos parlamentarios que la acusaban de incapacidad moral —establecido en el artículo 113 de la Constitución— y falta de liderazgo. En un primer momento, el Congreso cerró filas en defensa del orden institucional, argumentando la necesidad de estabilidad tras la caída de Pedro Castillo. Sin embargo, cada nueva denuncia, investigación o escándalo fue minando la resistencia. El “Rolexgate”, los cuestionamientos por los ascensos militares, las presuntas injerencias de su entorno familiar y las críticas por el manejo de la seguridad pública fueron erosionando una legitimidad ya debilitada. Para finales de 2024, las mociones ya no eran una amenaza intermitente: eran una rutina política.

En los últimos meses, los grupos parlamentarios que habían sostenido al Ejecutivo empezaron a tomar distancia. La coalición que antes le daba gobernabilidad se fue fragmentando por una mezcla de cálculo político y presión social. La violencia desatada en el país —con la balacera de Chorrillos como punto de inflexión— hizo que la lealtad se volviera insostenible. Nadie quería cargar con el costo político de un gobierno percibido como indiferente ante la inseguridad. La vacancia, más que un acto sorpresivo, fue la confirmación de que el poder se había quedado sin base de apoyo y sin narrativa.

El proceso parlamentario que culminó con su destitución había sido ensayado varias veces antes, pero esta vez convergieron factores que transformaron el intento en realidad. La pérdida de respaldo de grupos parlamentarios aliados, la presión mediática y la opinión pública alineada en torno a la inseguridad generaron una mayoría que superó la barrera de los 87 votos con holgura. La decisión final se explica menos por el texto de la moción y más por el contexto político: un Ejecutivo debilitado, un Legislativo buscando afirmarse y una sociedad que ya había agotado su tolerancia. En ese sentido, la vacancia fue tanto un resultado institucional como un reflejo social.

FUENTE: CONGRESO TV - VOTACIÓN DE VACANCIA PRESIDENCIAL

Detrás del hecho se esconde un patrón más amplio que se viene señalando desde hace años: la fragilidad del sistema político peruano, donde los gobiernos dependen de alianzas coyunturales, y los partidos actúan más como bloques de conveniencia que como organizaciones ideológicas. En este terreno inestable, la gobernabilidad se vuelve una tarea de supervivencia y las coaliciones parlamentarias se deshacen ante la primera crisis pública. La destitución de Boluarte no solo exhibe el desgaste de un liderazgo, sino la incapacidad del sistema para generar continuidad y confianza. El Congreso, al ejercer su prerrogativa, también confirma su condición de actor hegemónico en un escenario donde el Ejecutivo carece de contrapesos reales.

De aquí en adelante, el país ingresa en una fase de reacomodo político. La sucesión presidencial recae, una vez más, en el titular del Congreso, mientras los partidos y bancadas intentan reconstruir legitimidad de cara a las elecciones de 2026. Las próximas semanas pondrán a prueba la capacidad del nuevo gobierno para garantizar estabilidad y evitar un nuevo ciclo de confrontación. Sin embargo, el problema de fondo permanece: mientras el poder siga dependiendo de acuerdos frágiles y de coaliciones sin cohesión programática, el Perú continuará atrapado en un bucle donde las crisis no se resuelven, solo cambian de protagonistas.

REDACTOR: HEBERSON QUISPE

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